En el siglo XVIII la gallina de guinea, originaria del sur del Sahara, fue introducida en Cuba desde África a través de los traficantes de esclavos.
Una crianza rural
Desde ese entonces son criadas por los campesinos cubanos y también viven salvajes en montes de todas las provincias.
Se distingue por su color oscuro con manchas blancas, aunque algunas son grises color perla. Su carne es exquisita y el sabor es entre el pollo y el faisán.
Son muy apreciadas no solamente desde el punto de vista gastronómico, sino por su habilidad de consumir insectos convirtiéndose en un controlador de plagas, regulando la población de la misma sin dañar el ecosistema.
Algo de África
Con la trata esclava un gran número de hombres y mujeres llegaron provenientes del continente africano, y junto con ellos llegó su sazón, la gallina de guinea, la malanga amarilla, el ñame, el plátano y sus creencias religiosas, que fueron asimiladas por los pobladores de la isla.
Según la religión Yoruba cada orisha tiene varios alimentos preferidos y se cree que para mantener la presencia de los orishas junto con sus fuerzas en la isla hay que complacer sus gustos con relación a los alimentos.
El platillo de gallina de guinea a lo Yalodde es en honor a la orisha Ochún como una ofrenda, siendo este el platillo preferido de la diosa y se acompaña con dulces de naranja, siendo Ochún la dueña del árbol de naranja.
Gallina braseada en cazuela
La gallina braseada en cazuela es un plato tradicional que se popularizó en la década de 1950 gracias a la creatividad de Miguel Castro Cedeño en el Hotel Carnero. Con una mezcla de especias y ingredientes locales, se cocina a fuego lento para lograr un sabor exquisito y tierno.
Como podemos constatar la cocina cubana tiene sus orígenes en la gastronomía de los aborígenes nutriéndose principalmente de la cultura española y africana, sin olvidar la influencia de la cocina china, francesa e italiana durante el siglo XX.